Hera, la diosa mitológica griega del matrimonio, asociada también al cielo y las estrellas, es el nombre de la primera misión de defensa planetaria de la Agencia Espacial Europea, ESA. Marca su aportación a un experimento conjunto con la NASA en busca de formas de desviar asteroides de su órbita para que no choquen contra la Tierra. Hera es un satélite que estudiará a Dimorfo, la luna de un cuerpo celeste de mayor tamaño, cuya trayectoria se logró cambiar en 2022 lanzando contra ella la sonda DART, una nave de la propia NASA. Es el primer objeto del sistema solar cuya órbita se ha tratado de alterar de forma intencionada por el ser humano. Este jueves, durante su visita de Estado a Países Bajos, el Rey Felipe VI tiene previsto desplazarse el Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial de la ESA (ESTEC), donde podrá ver la sonda Hera.
Dimorfo estará situada a unos 195 millones de kilómetros de nuestro planeta para cuando llegue Hera, cuyo lanzamiento está previsto el próximo 7 de octubre desde Cabo Cañaveral (Florida). “Los dinosaurios podrían haberse salvado del impacto del meteorito que provocó un cataclismo y su desaparición con una misión como esta”, apunta Franco Pérez Lissi, de 34 años, ingeniero español de sistemas de ESTEC. Situado en la localidad neerlandesa de Noordwijk, en sus instalaciones se ultima la puesta a punto de Hera, una sonda con forma de cubo y unos paneles solares de 13 metros de envergadura cuando se desplieguen. El Centro de Pruebas de satélites de ESTEC es el más grande de Europa, y dispone de instalaciones para simular todas las circunstancias del lanzamiento y del entorno espacial. Entre las que Hera debe superar figura “la de separación con el Lanzador SpaceX, y el test de Compatibilidad Electromagnética”.
En 2029, un asteroide que se llama Apophis, de unos 450 metros, pasará cerca de la Tierra. “Será a menos de 36.000 kilómetros de distancia, y ya se ha descartado que pueda chocar. Sí podrá verse en ciertas zonas, y por eso tenemos sistemas de detección”, añade. El equipo de Hera trabaja ya en una misión llamada RAMSES que visitará Apophis y que se basa en la tecnología desarrollada para Hera. Hace dos años, la sonda DART se desintegró al chocar contra Dimorfo, que tiene 177 metros en su parte más larga. DART, del tamaño de una nevera, realizó un impacto cinético, es decir, transmitió al asteroide la energía de su movimiento relativo en el momento del choque en un intento de variar su trayectoria. Según el ingeniero español, en el pasado “se estudió la posibilidad de utilizar explosivos para destruir el asteroide, pero como tiene rocas compactadas por la gravedad, las hubiera distribuido en forma de nube en lugar de variar la trayectoria”. Es peor remedio y por eso se descartó.
Con la ayuda de Hera se podrá seguir con detalle el efecto que ha tenido el impacto de la nave estadounidense para poder repetir la técnica de desvío de cuerpos celestes en el futuro. Por otro lado, la recopilación de datos ayudará a comprender mejor la composición y estructura de los asteroides, que son objetos rocosos que orbitan alrededor del Sol y pueden estar también en la misma órbita de los planetas. La mayoría, de todos modos, se encuentran en el denominado cinturón de asteroides, situado entre las órbitas de Marte y Júpiter. Meteorito es como se denomina a un fragmento de un cuerpo celeste, como un asteroide, que sobrevive al roce con la atmósfera y cae sobre la Tierra.
El asteroide principal alrededor del que gira la luna Dimorfo se llama Dídimo, y tiene 851 metros en su lado más largo. Juntos componen un sistema binario: un cuerpo rocoso principal y grande y otro más pequeño girando a su alrededor. Pérez Lissi compara su situación a la de la Tierra y su satélite, la Luna. “También Dimorfo está atrapado en una especie de pasillo gravitacional y se mantiene girando alrededor del cuerpo principal, como nuestra Luna”, asegura. Hera tiene prevista su llegada para finales de 2026, “y queremos saber si Dimorfo comparte elementos con Dídimo porque nos daría pistas sobre su origen”, señala. Podría tratarse a su vez de otro asteroide que chocó hace tiempo “y formó este cuerpo atrapado por la gravedad”.
Pérez Lissi es el responsable del diseño y pruebas de Juventas y Milani, dos drones espaciales instalados a bordo de Hera. El primero de los minisatélites lleva un radar de baja frecuencia que mandará impulsos a Dimorfo para ver cómo es por dentro. Portará a su vez un gravímetro y un acelerómetro para medir la respuesta mecánica de la superficie y la gravedad ultrabaja del cuerpo. “Queremos saber si tiene un núcleo duro o son solo fragmentos de roca del asteroide principal y están compactados por la gravedad”, explica. El segundo dron tiene una cámara hiperespectral que permite ver en distintas longitudes de onda. “Supera al ojo humano desnudo para comprobar si hay componentes orgánicos en la superficie, hierro u otros minerales”. Tomará muestras del polvo de asteroides.
En un viaje de prensa española, al que se sumó EL PAÍS, el mismo ingeniero explicó que Hera mandará datos desde el momento mismo de su lanzamiento, porque el ordenador de a bordo estará en marcha y las radios encendidas. “Hay que ponerla en la trayectoria correcta y, si todo va bien, el 25 de marzo llegaremos a Marte. Hacia octubre de 2026 arribaremos al asteroide”. Habrá una fase de frenado para que Hera adquiera la velocidad de Dimorfo, unas maniobras orbitales que se prolongan durante un mes. Luego dará comienzo la parte operativa de la misión, que debe prolongarse durante 9 meses.
Con Hera sincronizada con la luna del asteroide, Juventas y Milani se desplegarán para hacer su labor. “Tomaremos imágenes e intentaremos volar en varias ocasiones muy cerca de la superficie con la nave principal para obtener detalles aprovechando su sistema de guiado, navegación y control, diseñado por la empresa GMV en Madrid”. Una vez concluida la exploración, la sonda será posada en el asteroide de una forma controlada. Hera es un ejemplo de la fuerza de la colaboración internacional, ya que más de 80 empresas de 17 países estados miembros de la ESA —entre ellos España— participan en la misión. El equipo de diseño del satélite controlará la misión desde el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC), con sede en Darmstadt (Alemania). Habrá otro grupo en Cabo Cañaveral, desde donde se lanzará con un cohete Falcon 9, de la empresa estadounidense SpaceX. “Si no pudiéramos volar en octubre, la maniobras gravitacionales se alargarían. Habría que ir a Marte, volver a la Tierra y luego al asteroide”, advierte Pérez Lissi.
Comentarios